sábado, 27 de julio de 2013

La cigarra y la hormiga siglo XXI, Marta Enrique

La cigarra y la hormiga siglo XXI

Vaya sorpresa, verla por aquí
mi amiga cigarra la hacía en París.

Sorpresa la mía, estimada amiga
fui por su cubículo y lo hallé vacío
me contó su tropa que estaba en Europa.

Ya estoy de regreso, hábleme de usted
estando en Europa la vi en TV
y los periodistas hablaban muy bien
que fue todo un éxito, cantando en francés.

Esa fue una imagen que yo fabriqué
sola y presionada ¡las que allí pasé!
vencí la bulimia y caí en el estrés.

Pero usted, hormiga, que mal se la ve
dando vuelta sola, sin su comité.

La tecnología no me sentó bien
doy vueltas y vueltas sin saber qué hacer
sin el analista no puedo vivir
y tomo pastillas para poder dormir.

No sea exagerada fue siempre ahorrativa
con lo que ha ganado vivirá tranquila.

¡Qué vida tranquila con chaucha y palito
si tengo dinero en el corralito!

No se me preocupe yo canto por dos
me voy a  plaza, la murga empezó.
Qué murga ni murga, bombos y palazos
eso que se escucha son cacerolazos.
Qué hacemos, amiga, sin fama ni comida
de vuelta en el pago, en pampa y la vía.

Unamos fuerza, tirando parejo
que juntas comadre podemos ir lejos
si yo dejo el canto, mato tradiciones
y siempre he luchado por mis convicciones.
Usted es obrera, tenaz y derecha
es justo disfrute, en paz su cosecha
súbase a mis alas, vamos a la cima
que nos vean juntas, cigarra y hormiga.

Usted ponga esfuerzo yo pondré la rima
gritemos bien fuerte ¡Somos Argentina!              
                                                                    Marta Enrique

miércoles, 24 de julio de 2013

José Pedroni- J.M.Serrat

Romance de mi primera novia
José Pedroni
Me atraía el diccionario
en tres o cuatro palabras.
Borrilla de fruta verde
el labio me cosquillaba.
¡Lo que no hacía mirándote,
figurín de mis hermanas!

 
Derramada en mi uniforme
cual frío vaso de agua,
mi vergüenza iba a la cita
con su joroba en la espalda:
la cartera de escolar
con el pan y la naranja.
El lugar siempre era el mismo:
una vidriera olvidada;
los días, todos los días
menos uno por semana,
y la señal convenida
la grita de la campana
que golpeándose la boca
se burlaba, se burlaba.

 
Los días, todos los días
menos uno por semana,
porque el sábado judío
la persiana no se alzaba.

 
Con la boca sobre el vidrio
yo le respiraba el alma.
Nadie tenía en el pueblo
su frente de luna clara,
nadie sus hermosos dientes,
nadie sus ojos de agua.
Para enseñarme su pie,
que cabía en una taza,
alguna vez me esperó
como recién levantada.
Para que le viera el brazo,
día por medio lo alzaba
desnudo, en el ademán
de la mujer que declama.
Para mostrarme su muslo,
en la liga le picaba.
Para enseñarme su pecho. . .
¡Ay, nunca me lo enseñara!
Yo no dormía de noche,
porque eran como mi almohada.

 
La amé todo el cuarto grado,
que cumplí sin una falta,
respirándole en el vidrio
rendidas frases mojadas:
Tu mejilla, piel de fruta;
tu boca, fruta cortada;
tu seno, fruta de sombra
formada y descascarada.
Te quiero porque no oyes.
Te quiero porque no hablas.
Te quiero porque no ves
mi vergüenza jorobada.
Te quiero ¡ay! Porque esperas
para llorar que me vaya.
Si me hablaras, huiría
sin enseñarte la cara. . .
Y otras cosas que no digo
 de tan lindas o tan raras.

 
La amé todo el cuarto grado,
que cumplí sin una falta.
Hasta que un día la tienda
amaneció abanderada
con una larga bandera
que sangraba.
Una bomba dispararon
a una nube que pasaba.
La gente vino a mirar.
¡Cuánta gente aglomerada!
El dueño iba y venía
tirándose de las barbas.
Y de pronto, sofocado,
por entre un río de espaldas,
un hombre salió a la calle
con mi novia desmayada.
¡Se la llevaba en el hombro!
¡Ay, madre, se la llevaba!

 
Contra el vidrio en que la quise
puse mi cara paspada;
contra el vidrio en que la quise,
como si fuera en mi cama;
dije un nombre de mujer,
un nombre, con toda el alma,
y llorando como lloran
los que lloramos por nada,
me fui muriendo en tu busca,
¡oh, madre que me esperabas!,
mientras tras de mí caía
lentamente la persiana.
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De cartón piedra

Era la gloria vestida de tul
con la mirada lejana y azul
que sonreía en un escaparate
con la boquita menuda y granate,
y unos zapatos de falso charol
que chispeaban al roce del sol.
Limpia y bonita. Siempre iba a la moda.
Arregladita como pa' ir de boda.

Y yo, a todas horas la iba a ver
porque yo amaba a esa mujer
de cartón piedra,
que de San Esteban a Navidades,
entre saldos y novedades,
hacía más tierna mi acera.

No era como esas muñecas de abril
que me arañaron de frente y perfil.
Que se comieron mi naranja a gajos.
Que me arrancaron la ilusión de cuajo,
y con la presteza que da el alquiler,
olvida el aire que respiró ayer
y juega las cartas que le da el momento:
Mañana es sólo un adverbio de tiempo.

No. Ella esperaba en su vitrina
verme doblar aquella esquina
como una novia.
Como un pajarillo, pidiéndome:
libérame, libérame...
y huyamos a escribir la historia.

De una pedrada me cargué el cristal
y corrí, corrí con ella hasta mi portal.
Todo su cuerpo me tembló en los brazos.
Nos sonreía la luna de marzo.
Bajo la lluvia bailamos un vals,
un, dos, tres,... un, dos, tres... todo daba igual,
y yo le hablaba de nuestro futuro,
y ella lloraba en silencio... ¡os lo juro!

Y entre cuatro paredes y un techo
se reventó contra su pecho
pena tras pena.
Tuve entre mis manos el universo
e hicimos del pasado un verso
perdido dentro de un poema.

Y entonces, llegaron ellos...
Me sacaron a empujones de mi casa
y me encerraron entre estas cuatro paredes blancas,
donde vienen a verme mis amigos
de mes en mes, de dos en dos y de seis a siete...

                                                                   Joan Manuel Serrat

lunes, 22 de julio de 2013

Manuel Puig, Los 7 pecados tropicales, Susana Rozas

                  Manuel Puig
                               (28/12/32-22/7/90)


Los 7 pecados tropicales y otros guiones (M. Puig)
                        Ed.Cuenco de plata, biblioteca Manuel Puig e incluye:

·        Muestra gratis de Hollywood cosméticos.
·        Pubis angelical.
·        Los 7 pecados tropicales.

Con unas palabras preliminares de Graciela Goldchluk “Manuel Puig y el cine”
Basándonos en las entrelíneas de su correspondencia “Querida Familia” y leyendo estos guiones, creemos que realmente Manuel ha podido  trabajar cómodamente en este espacio y lograr a través de las novelas una fluidez diferente que le permite moverse en el ámbito de la literatura. “un guionista que seduce a los lectores y atrapa a la crítica especializada en discusiones acerca del valor de su literatura”.
En el transcurso de nuestra investigaciones, hemos ido acercándonos entre datos biográficos / bibliográficos a su adhesión plena entre vida- cine.
Cuando estudiante en Italia, en el Centro Sperimentale di Cinematografia comprende que los personajes responden a un impulso propio, desapareciendo el narrador, y apareciendo esa nueva forma de literatura, en su primer trabajo “La Traición de R.H.”. Cuando en 1974, el productor televisivo Manuel Ávila Camacho, le propone escribir un mediometraje, urge “Muestra gratis de Hollywood Cosméticos”, adaptación de un capítulo de su primer trabajo, donde la voz de una tía en el patio de la casa será transformada en la vendedora Meche. Como resumiendo y anticipando un clima muy puigniano la obra se abre con el bolero “Una mujer” cantado por Elvira Ríos, y es el diálogo de dos amigas sobre “cosas de mujeres”.

sábado, 13 de julio de 2013

Pablo Neruda (12/7/04 - 23/9/73)


FAREWELL
1

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.

Por sus Ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.


2

Yo no lo quiero, Amada.

Para que nada nos amarre
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromò tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

3

(Amo el amor de los marineros
que besan y se van.

Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.

4

Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.)

5

Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasò.

Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dònde voy.

... Desde tu corazòn me dice adiòs un niño.
Y yo le digo adiòs.

sábado, 6 de julio de 2013

Borges y yo

Borges y yo.
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pase de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con el infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.
                                         Jorge Luis Borges

viernes, 5 de julio de 2013

Cadáver exquisito 2

Cadáver exquisito 2

Y también cantaron los puertos

Todavía se puede inventar.

En la noche de los tiempos,

No sabían de qué se trataba.

Y en tu mirada

Hablaba mi silencio.

Aún,  esperan.



Juanita M.
                  Cecilia S.         Sergio C.        Marta E.                Susana R.
                                                                              Natalia S.

La sombra del patrón, Marta Enrique

                                La sombra del patrón

El acelerar del tractor y el espeso polvo que levantaba el camino me dieron la certeza  de que dejábamos la banquina sobre la ruta y entrábamos a recorrer el último tramo que nos llevaba hacia un nuevo destino.
El viaje de Correa hasta Funes lo había hecho casi sin mirar, absorta en cuidar mis pertenencias. Además del zumbido de los camiones sobre la ruta parecía zarandear más, el desvencijado acopladito en que viajábamos, produciéndome cierta inseguridad.
Con el cuerpo dolorido a causa de los  cimbrones del trayecto, llegamos a un recodo desde donde se divisaban dos portones blancos con la inscripción “Establecimiento Santa Clotilde”.
Suspiré profundo, mientras que mi mente trataba de predecir nuevas aventuras que me esperaban.
Un gringo llamado Miguel, que oficiaba de peón, nos dio la bienvenida, y fue el mismo que, con el correr de los días, me puso al tanto de los pormenores del establecimiento. Me bastó poco para darme cuenta que el susodicho era bastante afecto a inclinar el codo, como se decía vulgarmente  al gusto por la bebida.
Aunque esto no le quitaba mérito al hecho de ser una buena persona, por lo tanto no me extrañaba que exagerara en los comentarios, ya que es sabido que el vino suele hacer de las suyas, cuando embriaga la mentalidad de hombre.
Así me enteré que, a quien ellos llamaban patrón porque daba las órdenes y traía la paga, era el encargado; el patrón- patrón se había pegado un tiro, allí cerquita de la manga.
Un peón nunca se entera de la vida de los patrones. Pero él era un buen hombre y agregó que desde entonces su sombra deambulaba por el campo. Era alto y lucía de negro con vestimentas paisanas y en noches de mal tiempo, se le oía picar la vigornia como acostumbraba a hacerlo en el galpón, los días de lluvia.
No es para asustarla, dijo,  si lo deja pasar es una sombra buena. Y agregó, no vaya  a hacer lo que hice yo que se me dio por seguirlo una noche y amanecí en el campo, cansado, dando vueltas sin ton ni son, perdido a causa de una luz mala.

Poemas de Cecilia Sánchez

Estatuto
Millones y centenares y decenas
de minúsculas y mayúsculas
cenizas.

Son el despojo y las migas y las pizcas;
 intensas y tibias
caricias.

En la acera y en la ventana  y en la cama
de rebosantes y vacías
almas.

Es este polvo , estrella marchita
es esta hiedra de piel amarrilla
es el rostro de tu ausencia cumplida.


Atrapada en el jugo
Una piel que muerde una boca,
una mirada que hipnotiza amuletos
una curva que anuncia infinitos.

Una voz que provoca miradas,
se vuelve curva
y  llaga                       la boca.

Soy el amuleto
creo seducirte.
Un voz
que es la tuya
muerde la imagen infinita
de la curva
              tramposa.



                         Cecilia Sánchez

miércoles, 3 de julio de 2013

Personaje de Manuel Puig, Natalia Samburgo

Personaje de Manuel Puig

A pesar de todo lo acontecido,  le quedaba su dignidad.
Nunca quiso que se supiera su  dolencia que hábilmente ocultaba. Abominaba a las personas que se apiadaban culposos por la agonía del prójimo ¡Como si ellos fuesen partícipes de semejante destino!
Decidió entonces acallar su voz y sufrir en silencio. El hastío era descomunal pero el terror a la muerte era mucho peor. Noches enteras de desolación caían despiadadamente con todo el peso de la ley, como si Juan Carlos Etchepare estuviera pagando por algún delito cometido.
Resignación era un vocablo que aborrecía; sin embargo, supo encariñarse al saber que su enfermedad era irreversible.
Se miraba al espejo con los ojos inundados de bronca y martirio. Incansablemente y en forma inquisidora, se atrevía a preguntarse por qué le sucedían estas cosas a él.
Pasado un tiempo, Juan Carlos no atinaba ni siquiera a mirarse, del estupor que le causaba su decadencia. Su cuerpo consumido y derrotado, aún en vida, le suplicaba clemencia. Ya no deseaba batallar, inmóvil yacía en su lecho, como si advirtiera el final. Innumerables noches mojadas pasaban con lentitud. ¿Por qué yanta obstinación?

La  desaparición del señor Juan Carlos Etchepare, acaecida el 18 de abril último, ala edad temprana edad de 29 años, tras soportar las alternativas de una larga enfermedad, ha producido en esta población, de la que el extinto era querido hijo, general sentimiento de apesadumbrada sorpresa, no obstante conocer muchos allegados, la seria afección que padecía.


                                        Natalia Samburgo