martes, 2 de octubre de 2012

Marta Enrique




Ruego
A José Pedroni

Madre, yo no sé qué hacer
para disipar su enojo,
mi amor se me vuelve grito
y usted le pone cerrojo.

Él, un herrero candente,
que me deja sin aliento.
Yo, una frágil amapola,
que la deshojan los vientos.

En el baile entre sus brazos      
toda temblor, toda gozo.
Me va fogueando mi cuerpo
con las chispas de sus ojos.
De noche cuando me acuesto
sueño que forja mi cama,
el humo que suelta el hierro
se filtra por la ventana.

Por más que cierre postigos
se me escapan los suspiros
y ese calor  de la fragua
se viene a dormir conmigo.

Madre, si la luna hablara
Madre, si escuchase el río!
Dirán que muero de amor
en un grito contenido.

Por el amor de madre
que se adivina en sus ojos
déjeme casar con él!
le estoy rogando de hinojo

Por mi vestido de novia
y este ramito de lirios
no permita que lo estrene
con lumbre de cuatro cirios.

Marta Enrique

Recuerdos

Tengo un cofre con candado
de pino color marrón.
Tengo un chupete rosado
con forma de corazón.

Guardé un babero bordado
con rositas rococó.
Guardé un mechón de tu pelo
atado con un cordón.

Lo que no guarda ese cofre
lo guarda mi corazón.
Marta Enrique


Adolescente

Adolescente…no sólo es un rostro brotado a primavera; a veces, paisaje en blanco y negro, estallando en gritos estertóreos y otras…columpios de sueños reposados.

Imaginate una escuadra: transparentando la vida.

En el vértice inicial te sostiene mi mano, te voy soltando para que avances.
Te espera la aventura, caminos arriesgados.
Puedes salir ileso, o las trampas del amor te suelten chamuscado.
El final, quién lo sabe, hijo -como en un mazo de naipe- tiene la suerte echada.

Marta Enrique

1 comentario: