Personaje de Manuel Puig
A pesar de todo lo acontecido, le quedaba su dignidad.
Nunca quiso que se supiera su dolencia que hábilmente ocultaba. Abominaba a las personas que se apiadaban culposos por la agonía del prójimo ¡Como si ellos fuesen partícipes de semejante destino!
Decidió entonces acallar su voz y sufrir en silencio. El hastío era descomunal pero el terror a la muerte era mucho peor. Noches enteras de desolación caían despiadadamente con todo el peso de la ley, como si Juan Carlos Etchepare estuviera pagando por algún delito cometido.
Resignación era un vocablo que aborrecía; sin embargo, supo encariñarse al saber que su enfermedad era irreversible.
Se miraba al espejo con los ojos inundados de bronca y martirio. Incansablemente y en forma inquisidora, se atrevía a preguntarse por qué le sucedían estas cosas a él.
Pasado un tiempo, Juan Carlos no atinaba ni siquiera a mirarse, del estupor que le causaba su decadencia. Su cuerpo consumido y derrotado, aún en vida, le suplicaba clemencia. Ya no deseaba batallar, inmóvil yacía en su lecho, como si advirtiera el final. Innumerables noches mojadas pasaban con lentitud. ¿Por qué yanta obstinación?
La desaparición del señor Juan Carlos Etchepare, acaecida el 18 de abril último, ala edad temprana edad de 29 años, tras soportar las alternativas de una larga enfermedad, ha producido en esta población, de la que el extinto era querido hijo, general sentimiento de apesadumbrada sorpresa, no obstante conocer muchos allegados, la seria afección que padecía.
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